Ocurrió. Después de 6 cuartos, una semana de bye y más de un mes, por fin, los Kansas City Chiefs consiguieron anotar en una segunda mitad. Y no una, ni dos veces: fueron tres anotaciones, dos touchdowns y un field goal, las que dieron la vuelta a un partido que empezó mal. Muy mal. Y es que esta vez el equipo decidió no jugar el primer cuarto.
El ataque directamente no estuvo: un intento de algo con Pacheco para perder 11 yardas, un incompleto a Kelce y un pase a Moore que consigue 11 yardas y nos dejaba exactamente en el mismo sitio donde empezamos. Un minuto y veintitrés segundos. Vimos más a Mahomes en los anuncios que en el campo. La defensa tampoco es que lo hiciera mucho mejor. O’Connell supo leer lo que le proponía Spagnuolo y fue encontrando receptores abiertos para avanzar.
Final del primer cuarto: 7 – 0 y muy malas sensaciones. Suerte que fallaron ese field goal por no jugarse un 4 y 1. La vida castiga a los cobardes.
El segundo cuarto empieza más o menos como el primero: el ataque apenas avanza y la defensa se come un big play de carrera que acaba en touchdown. 14 – 0 y peores sensaciones. Esto no nos podía estar pasando. No contra los Raiders.
Pero de pronto Kelce aparece, Rice empieza a ser importante, Pacheco corre mejor que siempre, los balones no se caen y los pañuelos no vuelan. La presión llega a O’Connell, la carrera de Las Vegas ya no encuentra tantos espacios y Sneed, como ha hecho con todos los WR1 a los que se ha enfrentado, consigue que Davante Adams no sea importante. Algo cambia y llegan tres touchdowns seguidos. A partir de aquí ya no hubo más historia.
A pesar de la victoria cómoda, me sigue preocupando ese primer cuarto. A ver, que yo sé que los magos no llegan tarde, ni pronto, llegan exactamente cuando se lo proponen. Pero a partir de ahora creo que eso no sirve. A partir de ahora hay que llegar a jugar exactamente a la vez que el rival porque si no, a lo mejor, ya ni siquiera llegas.