Todos recordamos el momento: 10 abajo, poco más de siete minutos para terminar el partido, tercera y quince. El resto es historia. Aquella jugada cambió el rumbo de la Super Bowl. Y de eso, precisamente, vamos a hablar aquí: de esas jugadas que, para bien o para mal, transforman la dinámica de un partido, de una temporada o incluso del equipo.
Y como estrenamos web, y sección, en medio de la temporada, no nos queda otra que comentar lo que pasó en el último partido: la victoria ante Tampa. Una victoria cuyo ajustado marcador no refleja, en mi opinión, la superioridad que demostraron los Chiefs. Alguno de los momentos que voy a comentar quizá influyeron en eso.
El primero llega cuando faltan algo menos de nueve minutos para terminar el segundo cuarto. Kansas lleva 17 puntos sin contestación: nuestro ataque brilla, nuestra defensa, esta vez, también. Después de un magnífico drive y ya cerca de la endzone rival (1&Goal en su 8) llega el fumble de Mahomes. La defensa de Tampa recupera el balón y en el siguiente drive anotan. Lo que podría haber sido un 24 – 0, casi una sentencia, se convierte en un 17 – 7. La diferencia en el marcador seguía siendo alta, pero las sensaciones cambiaron: su defensa se dio cuenta de que era capaz de pararnos, su ataque vio que podía anotarnos. A partir de ahí un field goal nosotros, otro ellos y un touchdown nuestro hasta llegar al siguiente momento clave. Dos, para ser exactos.
Sí, hablo de las dos intercepciones a Brady que la ofensiva no fue capaz de aprovechar. La primera de ellas llega justo después de un touchdown con el que nos poníamos 27 – 10 y podría haber decidido el partido si a Hardman no se le hubiera caído de las manos el pase perfecto de Mahomes que lo dejaba prácticamente solo y con todo el campo por delante. La segunda intercepción llega justo después. En este caso el drive termina por la decisión conservadora de Andy Reid de no jugarse un 4&2 en nuestra yarda 43. Quizá ya estaba pensando en aguantar el marcador. Quizá lo hizo demasiado pronto porque en el siguiente drive Tampa se juega un 4&3 y anota. Dos oportunidades de habernos puesto 34 – 10, y de resolver el partido, se convierten en un 27 – 17. Y para colmo nos vuelven a anotar.
Ya con 27 – 24 llegamos a los cuatro últimos minutos de partido, un momento en el que se nota un cambio en la forma de jugar del equipo que ya se ha ido viendo durante la temporada: la capacidad de controlar el reloj. El año pasado, y mucho más el anterior, lo más probable es que esta situación se hubiera resuelto con ese ataque explosivo marca de la casa: un touchdown rápido que nos pone por delante pero que deja tiempo al rival para reaccionar. Pero este año ya no siempre jugamos así: pases cortos, alguna carrera, un primer down de Hill que logra mantenerse dentro del campo y rodilla al suelo. Victoria sin necesidad de anotar, simplemente jugando con el tiempo. ¿Para qué arriesgar si también podemos ganar así?